sábado, 5 de mayo de 2007

7.Acompañando a mi padre (recuerdo)

Solía mi padre, llevarme consigo a visitar pacientes. Salíamos en su vehículo, llegábamos a distintos pueblos, estancias, chacras, tambos, fábricas, casas humildes o suntuosas. Algunas veces teníamos que ir a la clínica o al hospital, para ver a quienes se recuperaban en los post operatorios, allí me quedaba en el auto durante horas que se me hacían interminables.
En los domicilios éramos recibidos con mucha cordialidad y preocupación. Cuando los enfermos no podían trasladarse, su situación era grave.
Los familiares acostumbraban a convidarme alguna golosina, a tomar la leche, a comer torta o facturas. Llegaba hasta la puerta del cuarto donde veía una persona muy sufrida recostada en su cama, generalmente muy arropada con los cobertores. Aunque no hablaban mucho su cara se expresaba extremadamente doliente y angustiada.
Observaba a mi padre sentarse a su lado, en la cama o en una silla, tenderle su mano con suavidad y tomar la del paciente. Les decía unas palabras, en voz muy baja; la cara de esta persona, se trastocaba y parecía verse un halo de esperanza en su expresión. Nunca pude escuchar ninguna de esas conversaciones, ya que me mantenía a distancia.
Luego de ésto, me hacían abandonar el cuarto, cerraban la puerta. Salía a jugar al patio, a ver las gallinas o me llevaban tocar los terneros.
De regreso a la vivienda, mi padre, habla con la familia. Algunas veces, les entrega dinero, quiero saber el motivo, me contesta:¡Sin remedios no se curan!. Fué la única vez que pregunté.
Me llama; tomándome de la mano me lleva al coche. Nos despedimos todos, luego nos volvemos a nuestro hogar.
Si se hicieron muchos domicilios o la estadía en el hospital fue muy larga, entramos por la sala de espera de mi casa, la que ya se encuentra llena de pacientes para el consultorio.
Comemos algo; él se va a trabajar. Deseaba mucho que yo también fuera médico, por eso cada vez que llegaba algún traumatizado, me hacía pasar al consultorio para ver como se hacían las suturas o como se hacía un yeso.
Creo que el mayor recuerdo que tengo de él, es que nunca por ningún motivo, se le negó a sus enfermos, creo que tenía el don de poderlos atenderlos en sus cuerpos y reconfortarlos en sus espíritus.

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