Eramos tres hermanos y una hermana. Al fallecer mi padre, el mayor, Carlos, tenía doce años, el segundo que era yo, cinco años, el tercero, Miguel, tres años y mi hermana,Teresa, dos.
De aquella primera niñez, recuerdo muchísimo a Carlos, poco a Miguel y solo en la cuna a Teresa.
A Carlos solía cubrirlo en sus errores, o si estaba de mal humor denunciarlo ante mis padres. Eramos muy compinches. El me llevaba a jugar a la pelota, quien me hacía atender en la casa de sus numerosas amigas, él aparentaba ser mucho mayor de lo que era; tenía mucho éxito con ellas. Andaba en una hermosa bicicleta de carrera, la que le fue suspendida luego que un vecino avisó en casa que se colgaba de los camiones para montar en ella sobre la ruta.
En los carnavales nos disfrazábamos de vaqueros, con revólveres a cebita y todo.
Nos separaban cuando empezaba el colegio, pero siempre nos veíamos los domingos o en vacaciones.
Miguel se dedicaba a sus chiches; andaba por la planta baja de nuestra casa, era demasiado tranquilo, a él lo vivía molestando, le pegaba en la cabeza cuando lo tenía cerca o le hacía zancadilla para que tropezara, lloraba a los gritos e inmediatamente me escondía debajo de la cama o detrás de los cortinados para no ser castigado. Yo era el promotor de todas las travesuras infantiles, colgarme y hamacarme de las cortinas, impulsar los cochecitos a las paredes, tirarle las cañas al vecino que tenía una quinta de tomates. Hasta un día empujé a la niñera por el paredón medianero, cayó sobre unos malvones y en su caída recuerdo que trataba de aferrarse a la pared.
Teresita siempre en su cuna, cubierta por un tul, en cierta ocasión bamboleándome en el cortinado, hice caer sobre su cunita la maderas que sostenían los rieles.
Normalmente mis castigos consistían en quedarme un rato mirando un rincón de la habitación, unos chirlos en las nalgas, o me encerraban en el baño del personal de servicio, donde me encargaba de abrir todas las canillas hasta inundarlo, de todos modos pienso que le dolía más a mis padres castigarme que a mí mismo. Ellos eran de salir todas las noches que podían y el no llevarme, junto con no ver el domingo a mi hermano, eran los peores castigos.
Los tiempos cambiaron mucho, hoy tengo dos hijos, no empleo aquellos métodos con ellos, lo hago por convicción. ¿Estaré equivocado? ¿Mis padres se habrán equivocado? ¿ Cada cual en su momento hizo lo correcto?
Aquella, a la distancia, parece una familia monolítica. Espero que mis hijos puedan decir lo mismo dentro de muchos años.
Cuento mis sueños y mis recuerdos en Mar del Plata,Benito Juárez, Adolfo Gonzales Chaves, Tristán Suárez, Banfield,Buenos Aires. A partir de cosumir estas dosis de valium y rivotril antes de dormir
viernes, 28 de diciembre de 2007
lunes, 3 de diciembre de 2007
16. La Conversación (actualidad)
Esta mañana estuve con Rafa, como todos los lunes, por aproximadamente una hora. Pero luego seguí hablando con vos, a punto tal que a mi regreso no pude leer dos palabras de mi libro.
Esta conversación virtual se desarrolló por el hecho de hacerme una observación propia de un tonto, que no corresponde a un egresado del "Cole", ni de la U.B.A.,mas bien parece una táctica para hacerse de información.
No sé si lo deseo o no, pero continuamente analizo cada una de las palabras de las entrevistas.
Así estuve de cabildeos y refutaciones, planteándome si no desarrollabas un paralogismo. Llegué a la estación de Monte Grande, debía concurrir a la oculista. Para ello previamente debería comprar un bono de consulta. Al llegar a la oficina me informan que el sistema cambió y el bono lo pago y lo confeccionan en el consultorio, su valor es de diez pesos.
Me entrevisto con la secretaria de la oftalmóloga y me dice que debo venir con un bono ya pagado de dos pesos con cincuenta centavos, ellos no reciben dinero por ese trámite de la obra social. Le digo que hace diez años que me atiendo con ésta médica; éste planteo estaba fuera de lugar, la señora lo consulta con la oculista. Ella me manda a decir que compre el bono y tome otro turno. Respondí : "¡ No me anotes, voy a tomar otra oculista !".
Tan poca vocación me hace pensar que para ella es lo mismo mirar mis ojos que cocinar dos huevos fritos.
Con esto pude terminar toda mi oratoria interna diaria.
Esta conversación virtual se desarrolló por el hecho de hacerme una observación propia de un tonto, que no corresponde a un egresado del "Cole", ni de la U.B.A.,mas bien parece una táctica para hacerse de información.
No sé si lo deseo o no, pero continuamente analizo cada una de las palabras de las entrevistas.
Así estuve de cabildeos y refutaciones, planteándome si no desarrollabas un paralogismo. Llegué a la estación de Monte Grande, debía concurrir a la oculista. Para ello previamente debería comprar un bono de consulta. Al llegar a la oficina me informan que el sistema cambió y el bono lo pago y lo confeccionan en el consultorio, su valor es de diez pesos.
Me entrevisto con la secretaria de la oftalmóloga y me dice que debo venir con un bono ya pagado de dos pesos con cincuenta centavos, ellos no reciben dinero por ese trámite de la obra social. Le digo que hace diez años que me atiendo con ésta médica; éste planteo estaba fuera de lugar, la señora lo consulta con la oculista. Ella me manda a decir que compre el bono y tome otro turno. Respondí : "¡ No me anotes, voy a tomar otra oculista !".
Tan poca vocación me hace pensar que para ella es lo mismo mirar mis ojos que cocinar dos huevos fritos.
Con esto pude terminar toda mi oratoria interna diaria.
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