martes, 10 de julio de 2007

11. Relatos de inmigrantes increíbles(recuerdo)

Antes de los años ´60 habían venido desde Europa muchas personas, huyendo de la guerra. Solían contar algunas de sus experiencias allí, la mayoría había sido soldado.

En Tristán Suárez estaba mi vecino Osvaldo, italiano, quien aún vive en el pueblo y hasta que su vista se lo permitió, ejerció su profesión de sastre. Aunque yo era muy chico y él no deseaba recordar solía hablar de su nefasta experiencia en un campo de prisioneros en U.S.A., siempre decía que allí de cualquier persona normal se podía esperar cualquier cosa: mentiras, traiciones y asesinatos

En Monte Grande vivía el padre de Vicente,también italiano, él como soldado también estubo prisionero, en cierta oportunidad contó, cómo a un compañero delator de los americanos en el campo, lo querían matar, y como no tenían nada con que hacerlo, rompieron un botella y lo cortaron todo en lonjas.

También allí vivía el padre de Fifo, él había sido coronel del ejército italiano, su compañía era de mil quinientos hombres, que en realidad eran adolescentes. Una noche fueron emboscados por los turcos en una hondonada, sus soldados desertores eran ejecutados inmediatamente. Luego de pasar toda la noche bajo el fuego de ametralladoras, los enemigos no permitían su rendición,
solo quedaron cinco combatientes de mil quinientos, los que fueron hechos prisioneros.

En Ezeiza vivía Gravol y su esposa, luego de la guerra huían de los boches, para ellos Stalin era peor que Hitler. El como soldado se dedicaba a reparar grandes hornos eléctricos, ella en su patria sufría la peor de las hambrunas. Al caer prisionero de los rusos fue golpeado de un culatazo en la cabeza del que sufrió desmayos hasta su último día en la argentina y una herida de fusil en la pierna que le produjo una laceración de por vida. Cayó prisionero y fue enviado a Siberia, comían un pedazo de remolacha cruda por día, al terminar la guerra su esposa lo recibió en Berlín, en un tren de carga, en un estado que era mayor el peso de sus piojos que el de su propia humanidad.

En el campo en Benito Juárez, conocí a José, de profesión albañil, solía relatarnos atrocidades de la guerra en Italia, pero lo que más me impresionaba era que nos contaba que el hambre era tal, que para llenarse el estómago comían pasto; su comida consistía en ratas, por las que se peleaban por tener una y si no había nada hervían las suelas de los zapatos y luego las comían.

Un maestro de esgrima húngaro, Goronski, luchaba también contra los boches, ellos se movían por el bosque a caballo, y los aviones americanos y británicos les arrojaban bombas de fósforo, este no se apagaba ni tirándose al agua y llegaba a calcinar hasta el hueso. Quien era alcanzado le pedía a sus compañeros que lo maten.

Gregorio era polaco, fanático hincha de Banfield, al igual que su hermano, cuando jugaba contra Boca siempre me llevaba a la cancha. A los dieciséis años pudieron venirse a nuestro país, arreglándoselas solos. El resto de su familia se debió quedar, hombres, mujeres y niños, todos fueron a Auschwitz a la cámara de gas y luego a los hornos. Aquí hizo fortuna, era una buena persona. Cada vez que lo miraba, su familia nueva le hacía resplandecer el rostro, pero sus recuerdos en el alma le hacían derramar una lágrima.

Estas son personas que en mi niñez contaban de la odiosa muerte o de las miserias del hombre, aunque para mí eran solo historias, para ellos era la puñalada que la vida les había dado en algún momento y cuya cicatriz jamás se borraría. Que nunca vuelva a ocurrir.

2 comentarios:

Amor a Buenos a Aires dijo...

muy buen relato, quizas si pudieras conseguir algunas fotos seria muy interesante...
saludos
Daniel

barby dijo...

holaaaaa yo queria saber si este es un relato d un inmigrante en la argentina x casualidad es del periodo 1860-1930?¿?¿? gracias barby